Cada año, en primavera, el sol comienza a calentar las semillas que han sido plantadas en la tierra y les dice: «Es la hora, ya debéis salir, crecer, desarrollaros, dar flores y frutos.Venga ¡a trabajar! .-Pero nosotras somos pequeñas, somos débiles…-No, no intentadlo .Ya lo veréis, yo voy a ayudaros.»
Y , entonces, todas las pequeñas semillas se animan. Cada día, con su calor, su luz, el sol les habla, y poco tiempo después, vemos a aparecer plantas magníficas que alegran a todos.
Ese mismo fenómeno puede producirse también con nosotros, los humanos, porque también nosotros somos semillas plantadas en la tierra espiritual. Si aprendemos a abrirnos a los rayos del sol divino, ofreceremos colores, perfumes y sabores extraordinarios que, incluso, las entidades celestiales se maravillarán.
Omraam Mikhaël Aïvanhov.